10 de febrero, un sueño

Poco más de tres horas, nada más que eso pero de una intensidad tal que aun no puedo despertar. Demasiado real, demasiado incluso para esta noche en la que todo parece posible. 

Mi vientre hinchado denota un embarazo que había pasado totalmente inadvertido hasta ese instante. Llega el momento del parto y sé que algo no va bien. El chamán me tranquiliza, me asegura que todo marchará de forma correcta. No recuerdo nada más de aquella experiencia. Ya ha nacido y no estoy con ella sino tomando peyote en una extraña sala. Miles de visiones se suceden unas a otras. Parecen muchas noches que se enlazan . No estoy seguro del tiempo que paso en aquel lugar, ni de ninguna visión concreta. Sólo sé que las tuve. Que me contaron muchas cosas. Quizá ya las sabía, quizá no.

Me siento tan afortunado. Una felicidad sin precedente invade mi Ser. Reboso alegría. Me encuentro en un estado de euforia natural. Tengo a mi hija en brazos. No es una recién nacida, no. Tiene un año o tal vez algo más. Castaña, de piel canela y pelo revoltoso. No podré nunca olvidar el brillo de sus ojos oscuros. La forma en la que me miraba con ellos. Su labios sonriendo. Los espacios se suceden, son diferentes. Ella sigue pegada a mi pecho. Yo continuo sintiendo que no hay nada más grande. Veo a su madre, esta aquí, vemos fotos de la niña. Se las mostramos a la gente. Ahora me pregunto cómo pude dejarme convencer por el chamán para tomar el cactus. De repente comprendo que fue necesario hacerlo. Que nada de lo que ahora tengo estaría aquí sin haberlo hecho. Tengo dudas que se disipan para regresar de nuevo. Soy consciente de que sueño pero eso lo hace aun más real. Me doy cuenta que la sombra del parto nunca se fue. Aquel miedo permanece oculto. Siento ansiedad. La felicidad da paso al desastre. Los médicos diagnostican una grave enfermedad. Algo mortal. Se va a morir, nada puede evitarlo. Los dolores llegan pronto. Irán a más hasta convertirse en insoportables. Teñirán su corta existencia de una brutalidad para la que nadie está preparado. Su pequeño cuerpo no puede sustentar la vida y nos dejará pronto sumergida en el peor de los sufrimientos. Lloro o quiero hacerlo y no puedo. Me desespero, quiero gritar, quiero romper el mundo entero, dejarlo hecho pezados. Nos va a dejar, nadie podrá evitarlo. Los pediatras me hablan de la única solución para evitar que sufra. Me quiero aferrar a ella pero no puedo. Se va a morir, ya nadie tiene ninguna duda. Se muere y sólo puedo pensar en la forma en la que lo hará. Dolores que no cesarán golpearan a mi hija sin que ella sepa por qué. Sin que entienda nada. Sólo hay una solución. Ya me la han explicado. Vi como nacía y no lo recuerdo. Ahora veo como muere y nunca podré olvidarlo.Me da una jeringuilla con una larga y gruesa aguja. Dentro hay una mezcla que hará que todo sea más rápido y nada doloroso. Se va a morir, voy a matarla. La angustia vive en mi interior y quizá nunca logre expulsarla. Clavo el metal en su fina piel taladrando su carne. No llora, parece saber y perdonarme. Ya no es el mundo lo que quiero hacer pedazos sino que me hagan pedazos a mí. Está muerta, yo la he matado. Nunca volverá y sin embargo no consigo que deje mi mente. 



Una respuesta a “10 de febrero, un sueño

  1. DUELE …PERO GRACIAS

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