Es casi Octubre, mes en el que cumpliré 31 años y como en otros otoños, comenzaré un nuevo camino dentro del mismo de siempre.
Este año vuelvo a India, en esta ocasión con Ariel. 4 de noviembre, rumbo a Delhi para viajar por el país en el que todo se mezcla, escapando a la lógica, la nuestra claro. Recordando a través de estas imágenes y construyendo futuros recuerdos. Cinco meses entre trenes y hostels baratos, deliciosa comida, miradas eternas.
No, no soy de los que van a India a buscarse a sí mismo. No porque no considere ésto importante o piense que no es aquél un país idóneo para éllo sino porque me consta que para hacerlo es mejor buscarse dentro. No me molestan quienes vayan a hacerlo, sin embargo sí que hay algo que me saca de quicio. Me irrita ver como algunas personas, cuando están allí, critican a los que habiendo nacido en India pretenden cambiar su realidad, la de su país, que luchan por romper con costumbres que les niegan derechos que aquí consideramos fundamentales. Estos individuos protestan porque no se puede terminar con una cultura milenaria pero no toleran que esa misma cultura se asiente cerca de sus pisos en Madrid, Londres, Barcelona, Buenos Aires, Milán, Stgo de Chile… Se acercan a las castas más altas y justifican que el orden no sea roto porque así lo quieren las fuerzas divinas, pero salen a la calles de París para exigir la igualdad de género, acto que por otro lado, apoyo y aplaudo.
No sería mejor ir para entender los bocetos de un futuro anhelado por muchos, para aprender desde el respeto coherente. No sería mejor comprender que lo malo se combate con lo bueno y no con algo peor.
Volviendo a mi viaje en particular, estoy ansioso por pasear de nuevo por los lugares que tanta felicidad me regalaron en el pasado.